Dos años más tarde…

Hacia fines de Agosto dos años atrás, me encontraba escribiendo con otro teclado, un sillón más cómodo y un futuro más incierto.

Quiero escribir sobre estos dos años que solamente forman una unión bajo la sombra del "Av Pueyrredon 870 4 B". Dos años que se caracterizan más por los cambios y diferencias que por la continuidad. Cantidades de situaciones vividas... tantas fotos faltantes. Todo es memoria que quiero dejar asentada. ¡Que crimen olvidar lo que paso dentro de mi primer casita fuera de "Casa"!

Todo empezó con un colchón bajo un techo con cuatro paredes blancas y una olla azul enlosada. Sin terminar el primer mes ya las camas ocupaban el 50 % del espacio disponible... y como olvidar el Sokoban que armamos con Cecilia el día que intentamos cambiar los muebles de lugar. En esa época ya teníamos celular, y estábamos pensando en pedir una linea de teléfono que hasta el día de hoy nunca llegó.

Para no dejar de ser un toque atípica, nunca extrañé el espacio de la casa grande. Debe ser que el afecto con el puente Pueyrredón no fue suficiente como para extrañar los viajes sobre el 148. Ahora llegaba tarde y transpirada a la facultad... porque "yo vengo caminando", aunque sean 25 cuadras.

Pasé a ser "la nieta porteñita" a pesar de ser la única de las tres hermanas nacida Quilmes, o la agrandada que "ahora vive del otro lado del puente", para los nuevos compañeros de teatro. Solía ser habitué del 293, el 580 (ahora 582) y alguna que otra vez del 324. Las tres cifras se achicaron a dos, volviéndome pasajera del 29, el 41 si no quería caminar a la UBA, o el 60... campesina por el norte.

Llegaron los tiempos de cocinar, lavar sin planchar y salir a comprar lavandina. Amas de casa eran las de antes, porque ahora además hay que estudiar. Descubrí que la cocina no me gusta demasiado, pero tengo un tinte de creatividad dentro de las ofertas del Día o el Eki.

Fui y volví 50 veces por serpenteantes caminos de diversidad. Aparecí por los lugares más remotos de Buenos Aires, siguiendo al QAC, al CAI o DSA. Camine tanto como horas silla/internet pasaba antes. Aprendí a disfrutar el asfalto de Capital Federal sin limitarme a los bocas de los puentes. Pero por suerte también descubrí que mi cuerpo tiene limites y que tengo que escucharlo para darle descanso.

Dentro del departamento me enamoré, amé y odié, a veces sin notar la enorme diferencia que los separa por milímetros. Las paredes son testigos del amor que terminó antes de poder empezar.

Este fue mi hogar durante todo el año de desamparo vocacional. Es verdad que en el norte dejé la mayor parte de las lágrimas y el consuelo, pero nunca dejé de ser la porteña con acento rosarino. Me mude con mate como alumna de la Universidad de Buenos Aires y ... hoy me voy tomando el Té como una estudiante más de la Universidad de Palermo.

Por momentos el deptito parecía grande y acogedor. Otros simplemente era dos cuartos sucios que Minerva no ayudaba a limpiar. Pero siempre fue MI depto. Y aunque no vaya a extrañar todo lo que paso ahí adentro, siempre lo voy a recordar.

Hace 2 años del día que elegí un departamento en el Abasto. Sin evitar caer en la relatividad del tiempo como comentario poco original, puedo decir que ha pasado tanto como poco parece.

Brindemos por miles de nuevos momentos más, valederos de dejar mal impresos en un par de simples lineas.

Que lindo es ser Gwen caminando un día más, más allá.

26 agosto 2007