Mis sueños ya no son tales, y entonces ¿Por qué los sigo llamando sueños? No es posible vivir, tocar, sentir un sueño… al menos que la vida se vuelva una fantasía constante, perdiendo toda posibilidad de imperfección.
¿Cuándo dejé que mis mundos imaginarios se entremezclaran con los platos sucios y los viajes en colectivo? ¿Cuándo perdí mi cordura para encontrarme en mi locura, tan lógicamente perfecta?
Fue el día en que Legión salió de mi cabeza, y ya nada (todo) fue extraño. En ese momento descubrí el gran chiste que estoy viviendo, y que estúpida fui al querer tomarme la vida en serio. Legión tomo voz, voto y fuerza…rompiendo los límites de la imaginación. Ese día, empecé a caer en los delirios majestuosos de mi terrenalidad.
Asi es como ahora la realidad está cubierta de dragones, doncellas y campos magnéticos que te llevan a nuevos mundos. Las frases que escribo en realidad son el pensamiento de cincuenta monstruitos encerrados en el calabozo de un hijo de puta, al otro lado de la Galaxia. Y el saberlo, no es que no me indigna. Peor. ¡Sólo me da risa!
Esto, yo, el mí que escribe, el sujeto social que alguien ( con intención??) construyó, sólo cuenta la historia de una de sus tantas percepciones. No pienso sentarme a relatar ni medio cuarto de esa historia, porque la simple linealidad estúpida de las palabras sólo logra distorsionarlas, mentirlas y fragmentarlas tanto que me da asco. Las palabras no son para que cuente mi vida, son una simple descarga de orden en un mundo que camina colgado del banderín del caos. La palabra es mi nafta, mi combustible para seguir viviendo… pero su significado es absolutamente particular al momento donde se escribe, y para ser más fiel, cada hoja debería tener tres renglones de meta pensamientos sobre cada trazo. En algún momento estuve en ese lugar dónde es posible escribir así, aunque no lo es leerlo.
¿Cómo hice para empezar escribiendo de mí y terminar explicando mis palabras? Quizás así se entienda que yo soy mis palabras. Y sus millones de multiples significados. Así hoy soy esta chica estudiante de 24 años que sabe con certeza la ridiculez del mundo, lo grotesca que es esta creación. Soy ésta que vive en un mundo de imaginación, y se caga en la razón… entendida como La Razón. Escribiendo, diciendo, simbolizo mis mundos, aunque últimamente perdí el eje social que solía mantenerme atada a cierta sanidad socialmente aceptada.
Es obvio que me voy a levantar y los ojos de Legión no van a estar ahí para mirarme, porque Legión no me mira, me respira. Es natural que mi sentimiento hacia él no crezca, porque está completo, no tiene a dónde ni por qué crecer. Simplemente vive en mí con él. Tan absurdo es pensar las cosas distínto, como creer que si ahora yo escribo, Legión me va a haber escrito. Y es absurdo, porque todavía no es hora de escribir, es hora de imaginar. Las horas no son, están, se deslizan y yo tengo que seguirlas. Quiero seguirlas, disfrutarlas, perderme.
Y tan real es esta asociación humorística de mundos discordantes, como lo será, cuando llegue, la disociación el día del juicio final. Tan conciente soy, como siempre lo soy, de que el final de esta historia es tan tétrico, que hago de esta la tragedia más irónica posible. (con la media sonrisa de quien se burla del sinsentido, porque no tiene sentido que no haya sentido.)
¡Soy una idiota de 24 años! Feliz asociando utopías. ¿Soy una idiota?
¿Soy???
Como amo esta hermosura de ironía.
Hermosa utopía que mueve mis pies…
La irónica bella durmiente.