Media sonrisa para navegar

Algo de frío en las manos, porque el agua no terminó de quedar en la toalla. Sin embargo, es calor lo que siento. Media sonrisa me acompaña tras la terminante decisión de no estudiar, para dedicar unos minutos a estas sutiles frases que intentan componen la melodía de hoy.

Y puedo empezar diciendo que no hay marcas en la cara cuando el espejo refleja alegría. El cuarto se encuentra limpio cuando la necesidad de limpiarlo se pierde y que no hay mandatos esperando sobre la espalda de quien encontró la felicidad del momento.

Y puedo ir más lejos diciendo que hoy encuentro música de fondo en ese cuarto que de día se convierte en living. La luz del sol traspasa la persiana a medio levantar. Es ocre el color que se funde con la historia, la pieza y la voluntad. Un color a tierra asentada después de horas de trabajo, con los últimos rayos del día reflejando en cada partícula de polvo la alegría de volver a casa. Es color de arena en época de vacaciones, cuando la tarde cae y las olas se despiden, dejando paso a la montaña de gaviotas saludando a los últimos visitantes.

Y puedo continuar diciendo que quiero escribir porque me gusta y lo disfruto. Porque las palabras caen a mis manos con tanta facilidad como la luz deja ver a mis ojos. Sin tener los conceptos traducidos a palabras, el impulso de decir me lleva a sentarme y dejar caer los dedos sobre teclas que definen el destino de esta antes hoja en blanco. La mecánica de escribir es pobre para las ideas, pero el pecho resuena y siente como su pasión desborda ante la idea de no dejar que las marcas pierdan su sentido. ¿Qué hace que hoy diga y mañana no? ¿Cómo recordar estos instantes de gloria donde la vida se funde en un significado ocre de pasiones confinadas a ser dichas? ¿Volverán a mí estas certezas de éxtasis en el estar viva?

Y puedo terminar diciendo que es este color a manzana dulce cocida en el horno de la abuela el que ven mis ojos al escribir. Es la libertad del estar bien lo que paladea mi conciencia, después de algunos días de ocultar sus letras. Cuantos nudos quedan amarrando las manos que escriben el amor que quiero dar. Sin estas letras no existo, las letras son para mí como el barco al navegante. Es el puerto lo que todavía no llego a dilucidar. Lo que es seguro, y así me despido, es que si hoy hay viento, las velas tienen que alzarse, para que esté donde esté mi destino, siempre sea hacia delante. Seguiré escribiendo mi camino, surcando este mar de significados.

Gwen*

30 de Abril de 2008